Mis hijos no se comportan como deben ¿Qué hago?

A menudo, cuando los padres acuden a mi consulta, me solicitan pautas específicas y concretas que les ayuden a manejar el comportamiento que en determinados momentos tienen sus hijos/as.

Dichos comportamientos hay que tomarlos con cautela por diferentes razones, siendo algunas de ellas que:

  • Cada persona suele entender el «mal comportamiento», como aquel que se desvía de sus propias creencias, las cuales dependerán de sus aprendizajes
  • Muchas veces, tendremos dificultades para tolerar ciertas reacciones emocionales, por lo que nos generarán angustia, nos abrumarán, y no sabremos que hacer con ellos
  • A veces, podemos tener limitaciones a la hora de conectar con las necesidades que pueden llevar a un niño a comportarse de una determinada forma

Teniendo estas razones en cuenta, es lógico pensar, que el primer paso que debemos dar para poder mejorar el comportamiento de un niño, deberá ser mejorar la relación y la comunicación que existe con sus padres.

Así, al igual que ocurre en cualquier tipo de relación entre seres humanos, ambas partes tendrán que aprender a entenderse y respetarse, y, por ende, ambos tendrán que poner de su parte.

No obstante, cuando hablamos de niños, es fundamental saber que éstos aprenden a regular sus estados emocionales, y por consiguiente, su comportamiento, a través del adulto, ya que, la regulación emocional y conductual es algo que se aprende.

Por otro lado, si sabemos como aprende el cerebro, por muy paradójico que resulte, mediante “las palabras”, no lo hacemos, siendo el uso de éstas, un modo en el que si controlaremos nuestra conducta, pero a posteriori, es decir, primero viene lo no verbal, lo observacional, lo «sutil», y después, lo verbal. Esto no significa que los niños no entiendan ciertas instrucciones, sino que no aprenden a regularse de esa manera.

No existen pautas mágicas, ni unas que funcionen mejor que otras, ni castigos ni recompensas maravillosas. Es mucho más complejo que todo eso, y se deben tener presentes muchos factores (genéticos, sociales, culturales, existencia de trastornos del neurodesarrollo, etc.) además de los estilos parentales.

La mejor y más poderosa herramienta, cuando se descartan la existencia de otros factores, es el modelo y el entorno a ofrecer, y este no pasa por pautas, recompensas y/o castigos, pasa por poder regular las emociones y conectar con ellas.

Desde ahí, será más sencillo poner los límites, entendiendo por límite, los pasos a seguir para tener una relación adecuada y sana conmigo, con los demás y con el entorno.